No sé si será la lluvia, o mis lágrimas, o el hecho de sentirme en medio de un laberinto del cual no voy a poder salir jamás para ver la luz del día (aunque, como dijo Miles en Looking for Alaska, uno realmente se concentra en el laberinto en lugar de encontrar la salida, porque así usamos el futuro para escapar al presente), en fin, no sé que será, pero es. Me encuentro sola en casa, frente a una pantalla, ahogada entre montones de letras, tratando de acomodarlas para darle algún sentido a esto que quiero decir, esto que tengo adentro y no me deja respirar.
Es raro pensar como funcionan las cosas, como alguien que te salvó puede usar esas mismas herramientas para destruirte y dejarte, incluso, peor que como te encontrabas en primer lugar.
¿Cómo podemos romper nuestro corazón día tras día y esperar que siga latiendo alegremente, ignorando el dolor punzante que nos genera el abandono de quién más queremos?
Y sí, en algún punto tiene sentido, porque querer es darle el poder a otra persona para que te lastime. Y, de hecho, lo hacen. Durante un breve lapso de tiempo no hay más que sonrisas y felicidad, para luego arrebatarlo todo y dejarte devastada juntando todos los pedazos rotos..
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1 de febrero de 2014
8 de diciembre de 2011
La lluvia caía, las hojas de los árboles pasaban con fuerza a mi alrededor y se perdían a lo lejos de la calle. El cielo estaba gris y con cada segundo se volvía más y más oscuro. Yo estaba sola, completamente sola. No escuchaba más que el leve silbido del viento y las gotas de la lluvia al chocar contra el suelo ya empapado. Me hubiese gustado que él este ahí conmigo. Sin que nada importe, sólo dos personas corriendo hacia ningún lugar. Dos personas dejando sus miedos atrás para avanzar hacia lo desconocido.
Desperté. El estruendo de mi ventana al cerrarse me trajo devuelta a la realidad. Llovía, al igual que en mi sueño. De hecho, la lluvia no era lo único que se parecía..
Desperté. El estruendo de mi ventana al cerrarse me trajo devuelta a la realidad. Llovía, al igual que en mi sueño. De hecho, la lluvia no era lo único que se parecía..
26 de septiembre de 2011
16 de julio de 2011
28 de junio de 2011
27 de junio de 2011
La buena influencia no existe. Toda influencia es inmoral, inmoral desde el punto de vista científico. Porque influir en una persona significa entregarle el alma. Ya no piensa con sus propios pensamientos, ni se consume en sus propias pasiones. Sus virtudes dejan de ser reales. Sus pecados, si es que existe tal cosa, son algo prestado. Se convierte en el eco de una música ajena, en el actor de un papel que se ha escrito para otro.
24 de junio de 2011
Muchas personas hablan de los sueños como si pertenecieran a un mundo de fantasía, como las hadas, los anillos mágicos y las tierras encantadas.
Otras sólo creen en los sueños lejanos, como las estrellas o los castillos en medio del mar.
Hay quienes sueñan despiertos y quienes sueñan dormidos con lugares maravillosos. Usan mucha imaginación y, para ellos, soñar es un don.
Pero los soñadores de verdad son aquellos que atrapan sus sueños y los traen a la vida para demostrar que, cuando los soñaban, era en serio.
Otras sólo creen en los sueños lejanos, como las estrellas o los castillos en medio del mar.
Hay quienes sueñan despiertos y quienes sueñan dormidos con lugares maravillosos. Usan mucha imaginación y, para ellos, soñar es un don.
Pero los soñadores de verdad son aquellos que atrapan sus sueños y los traen a la vida para demostrar que, cuando los soñaban, era en serio.
23 de junio de 2011
16 de junio de 2011
Rodeada en un mundo de gente, ahogada en un mar de palabras, atascada en un laberinto sin salida, donde ni siquiera la luz encuentra lugar para escapar.
Rodeada de gente.. pero sola. Ahogada en palabras.. pero muda. Atrapada en un laberinto eterno.. pero varada en medio de la nada. Así me siento, abrumada.
¿Cómo puede una persona sentir todo y nada a la vez? Vacía, y al mismo tiempo, llena de dolor. Llena de emociones.
Estar vacío hace que todo pierda su sentido. Hace que no haya nada, nada más que ese lugar esperando a llenarse. El vacío es peor que no tener respuestas, es no tener preguntas.
Pero, de vez en cuando aparece algo para llenar, muy de a poco, ese espacio que tenemos dentro. Risas, colores, imágenes, música. Y, aunque todavía no sea posible que nuestro vacío desaparezca del todo, vamos descubriendo que más allá del dolor y la tristeza hay algo nuevo. Hay algo que nos impulsa hacia adelante.
Es increíble como podemos mezclar sentimientos, como somos capaces de encerrar los pensamientos más locos dentro de nuestra mente y actuar como si nada.
'Todo esta bien' suelo decir. La realidad está bastante lejos de eso. 'Es una etapa' me sigo repitiendo. Pero.. ¿hasta que punto podemos fingir la felicidad? ¿Cuál es el máximo de palabras que podemos callar? ¿Cuántas emociones somos capaces de almacenar en nuestro interior?Lo que no decimos no muere, nos mata. Lo que reprimimos, lo que dejamos adentro, no hace más que empujarnos hacia el pasado. No nos deja avanzar. Todo lo que no demostramos se acumula hasta no poder más, hasta el punto en donde lo único que queremos es salir y gritarlo a los cuatro vientos.
¿Qué hace falta para dejarnos ir y ser nosotros mismos? ¿Cuánto tiempo requiere que tomemos la decisión de liberarnos? Creo que yo estoy por decubrirlo.
Rodeada de gente.. pero sola. Ahogada en palabras.. pero muda. Atrapada en un laberinto eterno.. pero varada en medio de la nada. Así me siento, abrumada.
¿Cómo puede una persona sentir todo y nada a la vez? Vacía, y al mismo tiempo, llena de dolor. Llena de emociones.
Estar vacío hace que todo pierda su sentido. Hace que no haya nada, nada más que ese lugar esperando a llenarse. El vacío es peor que no tener respuestas, es no tener preguntas.
Pero, de vez en cuando aparece algo para llenar, muy de a poco, ese espacio que tenemos dentro. Risas, colores, imágenes, música. Y, aunque todavía no sea posible que nuestro vacío desaparezca del todo, vamos descubriendo que más allá del dolor y la tristeza hay algo nuevo. Hay algo que nos impulsa hacia adelante.
Es increíble como podemos mezclar sentimientos, como somos capaces de encerrar los pensamientos más locos dentro de nuestra mente y actuar como si nada.
'Todo esta bien' suelo decir. La realidad está bastante lejos de eso. 'Es una etapa' me sigo repitiendo. Pero.. ¿hasta que punto podemos fingir la felicidad? ¿Cuál es el máximo de palabras que podemos callar? ¿Cuántas emociones somos capaces de almacenar en nuestro interior?Lo que no decimos no muere, nos mata. Lo que reprimimos, lo que dejamos adentro, no hace más que empujarnos hacia el pasado. No nos deja avanzar. Todo lo que no demostramos se acumula hasta no poder más, hasta el punto en donde lo único que queremos es salir y gritarlo a los cuatro vientos.
¿Qué hace falta para dejarnos ir y ser nosotros mismos? ¿Cuánto tiempo requiere que tomemos la decisión de liberarnos? Creo que yo estoy por decubrirlo.
10 de junio de 2011
Cuando te dicen que hay algo que no podes ver lo único que queres es ver eso que no podés. Así tengas que perseguir, ocultarte y espiar, vos vas a ver eso que queres ver.
Es como espiar por el ojo de una cerradura, como revisar un celular ajeno, nunca sabes con qué te vas a encontrar.
Si espías sos responsable de lo que ves. Nunca sabes que vas a encontrar espiando por el ojo de la cerradura.
A todos nos gusta mirar cosas, chusmear, espiar, aunque a veces no estemos preparados para lo que podamos ver.
Mirando por la cerradura podes llegar a robar verdades, verdades que pueden doler, y mucho.
El problema de espiar no es lo que se ve, sino todo lo que no se ve. Mirar por el ojo de la cerradura nos da una visión limitada de la realidad, muy estrecha.
Todo lo que queda afuera de lo que la cerradura nos deja ver es como si no existiera. Para ver por el ojo de una cerradura tenes que cerrar un ojo, ver solo una parte de la escena.
Es irresistible, siempre queremos saber qué hay del otro lado ¿pero estamos preparados? Tras el ojo de la cerradura viven grandes secretos.
¿Te atreverías a descubrirlos?
Es como espiar por el ojo de una cerradura, como revisar un celular ajeno, nunca sabes con qué te vas a encontrar.
Si espías sos responsable de lo que ves. Nunca sabes que vas a encontrar espiando por el ojo de la cerradura.
A todos nos gusta mirar cosas, chusmear, espiar, aunque a veces no estemos preparados para lo que podamos ver.
Mirando por la cerradura podes llegar a robar verdades, verdades que pueden doler, y mucho.
El problema de espiar no es lo que se ve, sino todo lo que no se ve. Mirar por el ojo de la cerradura nos da una visión limitada de la realidad, muy estrecha.
Todo lo que queda afuera de lo que la cerradura nos deja ver es como si no existiera. Para ver por el ojo de una cerradura tenes que cerrar un ojo, ver solo una parte de la escena.
Es irresistible, siempre queremos saber qué hay del otro lado ¿pero estamos preparados? Tras el ojo de la cerradura viven grandes secretos.
¿Te atreverías a descubrirlos?
7 de junio de 2011
The winner takes it all?
¿Ganar, es la única manera de ganar? Quiero decir ¿la única manera de ganar es ganando?
¿No se puede ganar nada perdiendo? Si yo por ejemplo pierdo peso ¿no gano salud? O.. si un señor pierde el vuelo y ese avión se estrella ¿no ganó la vida perdiendo el vuelo?.
Un hombre pierde su trabajo y cae en la depresión, pero consigue otro trabajo mucho mejor y le va excelente ¿ese hombre no ganó perdiendo el primer trabajo?.
¿Cuándo perdemos la inocencia no ganamos en sabiduría, no ganamos en autodeterminación? ¿No ganamos valor cuando perdemos el miedo?
Al perder algo uno cree que lo bueno desaparece y que la única solución a esa perdida es ganar nuevamente algo. Pero no es así realmente. De vez en cuando, para ganar ciertas cosas hay que estar locos, hay que arriesgar hasta aquello que no tenemos y estar dispuestos a perderlo todo. ¿Vale la pena? Yo creo que sí. A veces perder el control es la única manera de ganar libertad. Entonces ¿no estamos ganando mucho más adquiriendo nuestra libertad que perdiendo nuestro control?
No es tan fácil arriesgarlo todo, no sabiendo que hay una posibilidad de perder. pero esas cosas que más miedo nos dan o más nos cuestan son las que en realidad más valen la pena al final. Ningún camino es corto y sencillo, pero en el caso de que lo hubiera ¿no se sentiría mejor llegar al final sabiendo que pudimos atravesar el más largo y sinuoso?
De una forma u otra siempre que perdemos una cosa ganamos otra, sin embargo algunas perdidas duelen más que otras. Una de ellas es la ilusión. ¿Ganamos algo perdiendo la ilusión? ¿Podemos vivir sin ella?
A veces hay que perder la esperanza, perder la ilusión, para que nazcan cosas nuevas, para abrir nuestras mentes. Una vez que lo hacemos, cuando nos resignamos a todo y la dejamos ir, sentimos que es el fin de todo y en realidad puede ser el comienzo de algo mejor. De lo que se trata es de perder el miedo a perder, porque a veces perder es la única manera de ganar.
Un iluso es alguien que se cree cualquier cosa ¿o no? La ilusión es una burbuja. Si nos permitimos vivir dentro de ella, si dejamos de lado el amor sólo por miedo a sufrir, entonces somos ilusos. Hay que romper esa burbuja. Cuando perdemos la ilusión y enfrentamos la realidad al menos somos más honestos, y tal vez quien sabe la realidad nos da una sorpresa. Pero lo que es seguro es que la ilusión nunca nos va a dar lo que promete, porque eso es justo lo que es, una ilusión.
Nuestros sueños son una forma de querer cambiar la realidad, en cambio, la ilusión es negar la realidad.
Las ilusiones nos hacen creer que todo es posible, y no esta mal creerlo, pero hay que saber que todo es posible si estamos dispuestos a luchar para conseguirlo. Tenemos que aprender a dejar las ilusiones, hay que reventar la burbuja y explorar el mundo que esta afuera esperándonos porque ahí, donde terminó la ilusión, empieza la vida de verdad. Hay que perder la ilusión porque por ahí perder es ganar.
¿No se puede ganar nada perdiendo? Si yo por ejemplo pierdo peso ¿no gano salud? O.. si un señor pierde el vuelo y ese avión se estrella ¿no ganó la vida perdiendo el vuelo?.
Un hombre pierde su trabajo y cae en la depresión, pero consigue otro trabajo mucho mejor y le va excelente ¿ese hombre no ganó perdiendo el primer trabajo?.
¿Cuándo perdemos la inocencia no ganamos en sabiduría, no ganamos en autodeterminación? ¿No ganamos valor cuando perdemos el miedo?
Al perder algo uno cree que lo bueno desaparece y que la única solución a esa perdida es ganar nuevamente algo. Pero no es así realmente. De vez en cuando, para ganar ciertas cosas hay que estar locos, hay que arriesgar hasta aquello que no tenemos y estar dispuestos a perderlo todo. ¿Vale la pena? Yo creo que sí. A veces perder el control es la única manera de ganar libertad. Entonces ¿no estamos ganando mucho más adquiriendo nuestra libertad que perdiendo nuestro control?
No es tan fácil arriesgarlo todo, no sabiendo que hay una posibilidad de perder. pero esas cosas que más miedo nos dan o más nos cuestan son las que en realidad más valen la pena al final. Ningún camino es corto y sencillo, pero en el caso de que lo hubiera ¿no se sentiría mejor llegar al final sabiendo que pudimos atravesar el más largo y sinuoso?
De una forma u otra siempre que perdemos una cosa ganamos otra, sin embargo algunas perdidas duelen más que otras. Una de ellas es la ilusión. ¿Ganamos algo perdiendo la ilusión? ¿Podemos vivir sin ella?
A veces hay que perder la esperanza, perder la ilusión, para que nazcan cosas nuevas, para abrir nuestras mentes. Una vez que lo hacemos, cuando nos resignamos a todo y la dejamos ir, sentimos que es el fin de todo y en realidad puede ser el comienzo de algo mejor. De lo que se trata es de perder el miedo a perder, porque a veces perder es la única manera de ganar.
Un iluso es alguien que se cree cualquier cosa ¿o no? La ilusión es una burbuja. Si nos permitimos vivir dentro de ella, si dejamos de lado el amor sólo por miedo a sufrir, entonces somos ilusos. Hay que romper esa burbuja. Cuando perdemos la ilusión y enfrentamos la realidad al menos somos más honestos, y tal vez quien sabe la realidad nos da una sorpresa. Pero lo que es seguro es que la ilusión nunca nos va a dar lo que promete, porque eso es justo lo que es, una ilusión.
Nuestros sueños son una forma de querer cambiar la realidad, en cambio, la ilusión es negar la realidad.
Las ilusiones nos hacen creer que todo es posible, y no esta mal creerlo, pero hay que saber que todo es posible si estamos dispuestos a luchar para conseguirlo. Tenemos que aprender a dejar las ilusiones, hay que reventar la burbuja y explorar el mundo que esta afuera esperándonos porque ahí, donde terminó la ilusión, empieza la vida de verdad. Hay que perder la ilusión porque por ahí perder es ganar.
6 de junio de 2011
Take these sunken eyes and learn to see.

Todo lo que tenemos que ver está ahí, siempre está ahí a la vista. Todo lo que es realmente importante nunca está oculto, sólo se trata de querer verlo. Cuando queremos podemos ver con los ojos, con las manos, con el alma, ver hasta lo invisible. Pero lo cierto es que no siempre queremos ver. ¿Por qué? ¿Por qué huimos de la verdad? ¿Por qué nos encerramos en nuestra burbuja para intentar convencernos de esa ilusión que creamos y que vive alrededor nuestro? ¿Se puede ser feliz en una ilusión? ¿Se puede ser feliz viviendo en una mentira?
Quizas esas ilusiones, ese mundo perfecto que vamos construyendo, es una forma de aislarnos del dolor, de la triste verdad. Pero ese muro, ese mundo nuevo y perfecto, algún día va a colapsar y es ahí cuando realmente vamos a poder ver. En ese momento, cuando todo este en ruinas, se nos nuble la mente y nos ahogue la tristeza, vamos a ser capacer de despertar y llegar a conocer aquello que esta más allá de nuestras ilusiones. Bueno, malo, lindo, feo, de la forma que sea, ese mundo que tengamos frente a nuestros ojos va a ser real.
No todos estamos preparados para esta nueva perspectiva, no todos queremos conocer qué es lo que hay más allá, pero sí todos somos capaces ver.
Yo estoy acá ¿podés verme? Sólo tenés que mirar, abrír los ojos. ¿Podés? ¿Querés?
No todos estamos preparados para esta nueva perspectiva, no todos queremos conocer qué es lo que hay más allá, pero sí todos somos capaces ver.
Yo estoy acá ¿podés verme? Sólo tenés que mirar, abrír los ojos. ¿Podés? ¿Querés?
4 de junio de 2011
Dream a little dream.
No importa cuanto tiempo pase, el dolor esta siempre conmigo.
A veces, cuando me levanto, su recuerdo se esfuma junto con mis sueños y yo, rota por dentro, daría lo que fuera por tenerla una vez más. Por ver su sonrisa, escuchar su voz, sentir el calor de sus brazos al abrazarme. Daría lo que fuera por escapar de esta realidad, por sumirme en mis sueños, aquellos en donde ella y yo compartimos la eternidad juntas. Aquellos donde es mía por siempre.
A veces, cuando me levanto, su recuerdo se esfuma junto con mis sueños y yo, rota por dentro, daría lo que fuera por tenerla una vez más. Por ver su sonrisa, escuchar su voz, sentir el calor de sus brazos al abrazarme. Daría lo que fuera por escapar de esta realidad, por sumirme en mis sueños, aquellos en donde ella y yo compartimos la eternidad juntas. Aquellos donde es mía por siempre.
One day.
Tres, dos, uno. Sonó el despertador. Abrió los ojos, tocó su rostro, estiró sus brazos. Un día como cualquier otro acababa de empezar. Salió de la cama, cepilló sus dientes, se vistió apropiadamente, bajó a preparar el desayuno, tomó sus papeles del escritorio y salió con prisa por la puerta hacia el trabajo. Ese era un día típico de Irina. Corría el colectivo, revisaba su cartera para comprobar que todo este allí, miraba el reloj y se preguntaba si algún día sería capaz de detener el tiempo para, aunque sea por una vez, poder llegar temprano al trabajo. Siempre la misma rutina, siempre el mismo humor, siempre las mismas palabras, siempre la misma vida. Era como un libro en el que la primera página se repetía una y otra vez. Irina vivía siempre el mismo día.
Así pasaban días, semanas, meses, años. No importaba cuanto tiempo pasara, ella seguía igual. Un poco más alta o más delgada quizás, mas no había ningún otro cambio que registrar. El mismo forcejeo consigo misma por levantarse en la mañana, el mismo olor a café inundando la cocina, el mismo desorden sobre el escritorio. Era como un retrato, una imagen inalterable.
Irina iba y venía de un lugar a otro. Estaba en movimiento constantemente, pero no iba a ninguna parte. Llevaba una vida monótona, sin sentido alguno. No había razón para salir de la cama, no había pasión por hacer su trabajo, no había amor, no había sueños. Era una vida vacía. ¿Podía siquiera llamarse vida? Día tras día veía las mismas caras, tenía las mismas conversaciones, repetía los mismos chistes. Almorzaba en el segundo piso, tercera fila, la mesa más cercana a la pared. Pastas o pollo con ensalada de hojas verdes, ese era su menú. Llegaba a su casa cerca de las ocho de la noche, salía a correr dos vueltas a la manzana. Entraba y se paraba frente al espejo que ocupaba gran parte del hall de entrada, se miraba por un instante y se repetía para si misma “Debería hacer más ejercicio”. Subía, tomaba una ducha, preparaba la comida y justo antes de acostarse leía un fragmento de su libro favorito.
Y así era, cada mañana la misma secuencia. Misma hora, mismo despertador. El día comenzaba nuevamente. Irina podría describirse como ese tipo de personas que viven sólo porque es lo que tienen adelante. Llevar una vida a cabo, en su criterio, no es más que hacer cosas mínimas, básicas. Cosas tan simples como hacer las tareas de la casa, salir de compras, trabajar o escuchar música de vez en cuando en algún rato libre. Si bien no esta mal realizar este tipo de actividades ¿Se puede decir que es gracias a ellas que tenemos una vida plena, feliz? Una vida sin ambiciones, metas, sin alguien que nos impulse a perseguir aquello que deseamos por más loco que sea, ¿es una vida?Una noche, tan común como cualquier otra, Irina se levantó. Había tenido un sueño raro, uno que era imposible de olvidar pero a la vez difícil de recordar. Todo el día siguiente intentó recordarlo, de a ratos le venían partes sueltas a la mente, pero nunca nada concreto. En un abrir y cerrar de ojos se encontró de vuelta dentro de su cama, a punto de ir a dormir. Dedicó tanta atención a ese sueño que no había notado el correr de las horas. Fue como si hubiese salido de su cuerpo para que otra persona entre y tome su lugar durante el transcurso del día. De repente, todo se aclaró. El sueño estaba protagonizado por una chica alta, de contextura delgada y con una cabellera larga y de color oscuro. Era ella, vista desde afuera. Todo lo que hacía era caminar por una calle llena de personas, de la misma manera que lo hacía todos los días de camino al trabajo. Pero había algo en ella, algo en su caminar que la hacía diferente. No era la misma Irina. Esta,la Irina del sueño, estaba viva. Suena ilógico, ¿no? A veces uno puede estar más vivo en un sueño que en la realidad misma. Este pensamiento la atormentó durante una semana. Repasaba mil veces los detalles del sueño en su cabeza, pero no importaba que tanto se esfuerce, no podía encontrar ninguna forma de hacer que la Irina de su sueño se asemeje a la real.
Por otra parte, la rutina seguía siendo siempre la misma, sólo que cada vez se volvía más y más torpe. Ella estaba más distraída de lo normal y su desgano usual no ayudaba mucho. Los días corrían, estaba por cumplirse un mes desde la noche del sueño cuando de camino a la parada del colectivo Irina tiró las llaves por accidente. Como siempre, iba tarde. Revisaba su cartera en busca de monedas y estaba tan desorganizada que con sólo mover la billetera dejó caer las llaves al suelo. Miró hacia abajo, unas manos las levantaban por ella. Antes de volver a levantar la mirada escuchó una dulce voz que decía “Estas deben ser tuyas, ¿no?”. Alzó la vista, lo miró. No necesitó más que eso. Fue como si toda su vida desapareciera por completo. Supo en ese instante que la monotonía de sus días había quedado atrás. Encontró la razón para levantarse cada mañana, encontró la forma de sentirse viva. El amor. Ahí estaba la respuesta que buscaba. Ahí estaba todo frente a sus ojos. Se sintió feliz, completa. No podía pedir nada más. Al fin, después de toda una vida dormida, Irina se había despertado.
Así pasaban días, semanas, meses, años. No importaba cuanto tiempo pasara, ella seguía igual. Un poco más alta o más delgada quizás, mas no había ningún otro cambio que registrar. El mismo forcejeo consigo misma por levantarse en la mañana, el mismo olor a café inundando la cocina, el mismo desorden sobre el escritorio. Era como un retrato, una imagen inalterable.
Irina iba y venía de un lugar a otro. Estaba en movimiento constantemente, pero no iba a ninguna parte. Llevaba una vida monótona, sin sentido alguno. No había razón para salir de la cama, no había pasión por hacer su trabajo, no había amor, no había sueños. Era una vida vacía. ¿Podía siquiera llamarse vida? Día tras día veía las mismas caras, tenía las mismas conversaciones, repetía los mismos chistes. Almorzaba en el segundo piso, tercera fila, la mesa más cercana a la pared. Pastas o pollo con ensalada de hojas verdes, ese era su menú. Llegaba a su casa cerca de las ocho de la noche, salía a correr dos vueltas a la manzana. Entraba y se paraba frente al espejo que ocupaba gran parte del hall de entrada, se miraba por un instante y se repetía para si misma “Debería hacer más ejercicio”. Subía, tomaba una ducha, preparaba la comida y justo antes de acostarse leía un fragmento de su libro favorito.
Y así era, cada mañana la misma secuencia. Misma hora, mismo despertador. El día comenzaba nuevamente. Irina podría describirse como ese tipo de personas que viven sólo porque es lo que tienen adelante. Llevar una vida a cabo, en su criterio, no es más que hacer cosas mínimas, básicas. Cosas tan simples como hacer las tareas de la casa, salir de compras, trabajar o escuchar música de vez en cuando en algún rato libre. Si bien no esta mal realizar este tipo de actividades ¿Se puede decir que es gracias a ellas que tenemos una vida plena, feliz? Una vida sin ambiciones, metas, sin alguien que nos impulse a perseguir aquello que deseamos por más loco que sea, ¿es una vida?Una noche, tan común como cualquier otra, Irina se levantó. Había tenido un sueño raro, uno que era imposible de olvidar pero a la vez difícil de recordar. Todo el día siguiente intentó recordarlo, de a ratos le venían partes sueltas a la mente, pero nunca nada concreto. En un abrir y cerrar de ojos se encontró de vuelta dentro de su cama, a punto de ir a dormir. Dedicó tanta atención a ese sueño que no había notado el correr de las horas. Fue como si hubiese salido de su cuerpo para que otra persona entre y tome su lugar durante el transcurso del día. De repente, todo se aclaró. El sueño estaba protagonizado por una chica alta, de contextura delgada y con una cabellera larga y de color oscuro. Era ella, vista desde afuera. Todo lo que hacía era caminar por una calle llena de personas, de la misma manera que lo hacía todos los días de camino al trabajo. Pero había algo en ella, algo en su caminar que la hacía diferente. No era la misma Irina. Esta,
Por otra parte, la rutina seguía siendo siempre la misma, sólo que cada vez se volvía más y más torpe. Ella estaba más distraída de lo normal y su desgano usual no ayudaba mucho. Los días corrían, estaba por cumplirse un mes desde la noche del sueño cuando de camino a la parada del colectivo Irina tiró las llaves por accidente. Como siempre, iba tarde. Revisaba su cartera en busca de monedas y estaba tan desorganizada que con sólo mover la billetera dejó caer las llaves al suelo. Miró hacia abajo, unas manos las levantaban por ella. Antes de volver a levantar la mirada escuchó una dulce voz que decía “Estas deben ser tuyas, ¿no?”. Alzó la vista, lo miró. No necesitó más que eso. Fue como si toda su vida desapareciera por completo. Supo en ese instante que la monotonía de sus días había quedado atrás. Encontró la razón para levantarse cada mañana, encontró la forma de sentirse viva. El amor. Ahí estaba la respuesta que buscaba. Ahí estaba todo frente a sus ojos. Se sintió feliz, completa. No podía pedir nada más. Al fin, después de toda una vida dormida, Irina se había despertado.
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