1 de febrero de 2014

No sé si será la lluvia, o mis lágrimas, o el hecho de sentirme en medio de un laberinto del cual no voy a poder salir jamás para ver la luz del día (aunque, como dijo Miles en Looking for Alaska, uno realmente se concentra en el laberinto en lugar de encontrar la salida, porque así usamos el futuro para escapar al presente), en fin, no sé que será, pero es. Me encuentro sola en casa, frente a una pantalla, ahogada entre montones de letras, tratando de acomodarlas para darle algún sentido a esto que quiero decir, esto que tengo adentro y no me deja respirar.
Es raro pensar como funcionan las cosas, como 
alguien que te salvó puede usar esas mismas herramientas para destruirte y dejarte, incluso, peor que como te encontrabas en primer lugar.
¿Cómo podemos romper nuestro corazón día tras día y esperar que siga latiendo alegremente, ignorando el dolor punzante que nos genera el abandono de quién más queremos?
Y sí, en algún punto tiene sentido, porque querer es darle el poder a otra persona para que te lastime. Y, de hecho, lo hacen. Durante un breve lapso de tiempo no hay más que sonrisas y felicidad, para luego arrebatarlo todo y dejarte devastada juntando todos los pedazos rotos..